El deporte tarde o temprano te da
revancha, te da la oportunidad de volver a conseguir algo que por alguna razón
no pudiste conseguir y eso es justamente lo que le sucedió no sólo a los
Cleveland Cavaliers sino a LeBron James y por qué no decirlo, a la ciudad y el
estado de Ohio, un estado que en los deportes parecía estaba maldita.
Desde aquel draft del año 2003
ese muchacho musculoso, con cara de adulto pero alma de niño, le prometió a su
equipo, a su familia, a él mismo que regresaría a la gloria a Ohio, que les
daría eso que no llegaba desde el año de 1954 cuando los Cleveland Browns se
coronaban en la NFL.
La tarea no fue fácil. James tuvo
que pasar los clásicos años de adaptación que ciertamente fueron pocos, tanto así
que en el 2007 llegó a sus primeras finales de la NBA pero los San Antonio
Spurs le demostraron que no es sencillo ganar un anillo en la liga. Sus siguientes años en los Cavs no fueron lo
que esperaba y llegó el momento de un cambio para él.
El 8 de Julio de 2010 el destino
de Cleveland y de James se separó. James se cansó de esperar y abandonó el
barco, se fue a Miami con sus amigos Dwayne Wade y Chris Bosh para armar un
equipo que en las 4 temporadas que militó ahí llegó a las finales y logró 2
títulos. Los Cavaliers, por el contrario, se fueron al fondo de la liga, con una
afición herida, abandonada, lastimada, que juró odio perpetuo a James por lo
que hizo y con Dan Gilbert con un equipo que no se pudo recuperar.
Todo este espectáculo generado
por James al televisar su decisión fue de mal gusto, no tenía que jugar así con
los que le dieron la oportunidad, con los suyos, con todo mundo. LeBron fue día
a día más odiado y aunque el tiempo le dio la razón la forma no fue la correcta
pero después hizo lo correcto a vista de muchos, regresar para cumplirle a Cleveland
lo que prometió: Un título.
Al finalizar la serie donde los
Spurs volvieron a victimizarlo, James decidió poner punto final a su estancia
en Florida y regresó para encontrarse con su gente. Como en un noviazgo mal llevado
se reencontró con su amada y el perdón llegó y por ende la ilusión regresó para
todos en la ciudad, pero no sería fácil esto.
Los Cavs dieron una gran
temporada en la 2014-2015, todo mundo pensó que el tándem James-Irving-Love
conquistaría la NBA pero no fue así porque las lesiones mermaron al equipo en
los playoffs y sus hombres fuertes no pudieron ayudarlo a enfrentarse a unos
Golden State Warriors que deslumbraron a la liga y que aprovecharon lo
disminuidos que estaban sus rivales para arrebatarles el título.
La temporada siguiente fue una
temporada histórica pero para los Warriors, el mejor record en la historia de
la NBA, favoritos absolutos para ganar todo y arrollar a todos, incluidos James
y compañía. Las cosas parecían así pues las finales iban 3-1 donde Curry, Klay
Thompson y compañía estaban arrollando pero el guión cambió después del juego 4
y la suspensión de Draymond Green, el alma del equipo, lo cual dio pie a que
James tuviera una bocanada de aire y pudiese tomar al toro por los cuernos.
Esplendidas actuaciones de “The
King” en los siguientes 3 juegos, destrozando defensas, bloqueando tiros,
mostrando un liderazgo y un hambre de triunfo que nunca antes le habíamos visto
tuvo su recompensa y esa recompensa fue que al oírse la chicharra del último
cuarto en Oracle Arena James rompiera a llorar, llorar de alegría porque lo
había logrado, cumplió con su palabra y ahora Cleveland estaba de nuevo en la
cima del deporte.
En el futuro no sabemos qué
pasará, quizás este sea el inicio de una era donde los Cavaliers acumularán
títulos, quizá sea la última vez que suceda, eso no importa, lo importante es
que la vida en Cleveland es buena y James, James ha dado un paso enorme para
quedar en el olimpo de los inmortales del básquetbol.
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