Hace unos días, Netflix lanzó un documental titulado: "Killer Inside: The Mind of Aaron Hernández", el
cual ha causado revuelo tanto entre aficionados como en los medios deportivos.
Está por demás señalar que la serie
nos muestra como poco a poco la descomposición de la vida de Hernández lo llevó
a cometer crímenes, eso, de la mano del desarrollo de la ETC (encefalopatía traumática crónica), pero todos los
problemas que cargaba sobre sus hombros se fueron creando por la manera en que
su vida se fue llevando.
Antes de seguir en el meollo del
asunto, se debe saber que la salud mental está definida por la OMS como: «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y
no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Gracias a esta
definición, podemos observar que Aaron Hernández no gozaba de una salud mental
plena en su juventud, más desde la muerte de su padre y eso fue un detonante
grave de su situación.
Pero Hernández no ha sido el único
que ha pasado por situaciones como esta, hay cientos, sino es que miles, de
deportistas que día a día tienen que pelear con esta enfermedad. Las historias
de vida de muchas estrellas (y no tan estrellas) en el deporte nos cuentan que
este era su recurso para olvidar la pobreza, alejarse de las pandillas, ayudar
a su familia y más, en cierta forma, hay un aire de “romanticismo” en lo que
cuentan, como se libraron de ello y salieron adelante…por lo menos la mayoría.
Hay casos muy duros a lo largo de
los años, casos que generan tristeza en algunas personas, empatía en otras y
burla en otras tantas. ¿Cómo es posible que alguien que gana miles o millones
pueda no tener una vida sana? ¿Por qué no pueden librarse de sus males si ya
cumplieron con el sueño de muchos?
Personas que “tiene todo” recaen en
problemas familiares, pandillas, alcoholismo, drogas y más. Hay quienes logran
levantarse, como el exfutbolista Paul Gascoigne, quien después de años de vivir
sumido en el alcoholismo lo está superando, pero hay quienes no lo logran.
Un caso reciente es el de el exbasquetbolista Delonte West, quien
acumuló a lo largo de su trayectoria más de 40 millones de dólares, dinero que
no le sirvió para poder controlar sus problemas internos. Diagnosticado con
trastorno bipolar en su estancia en la NBA, West buscó ayuda profesional,
familiar, de sus colegas, pero sólo al principio la obtuvo, de “Doc” Rivers,
después, noticias, frustraciones, malas decisiones y poco apoyo acabaron con
él. A día de hoy, vive como vagabundo, esperando que su vida se arregle o un
poco de ayuda, ayuda que no le pudieron ofrecer antes, o que no fue suficiente.
Para no ir tan lejos, en el fútbol mexicano hay varios casos de exjugadores
que han perdido todo gracias a la falta de salud mental. Las generaciones que
fueron campeonas de los mundiales sub-17 no pudieron crecer porque su entorno
no los apoyó cuando más lo necesitaban. Contados son los casos de éxito de
estos otrora muchachos de oro, pero la mayoría se quedaron en el camino al malgastar
su dinero y talento, por la falta de asesoría y malas compañías.
Si bien año con año los clubes profesionales, y la sociedad en
general, se enfocan más respecto a la salud mental, estos deben trabajar más
allá de lo establecido en los contratos, porque los jugadores no son una mera
mercancía que después de un tiempo deja de servir, son personas que dejan su vida
para defender a las instituciones, que dejan su salud en muchos casos y eso,
eso debe ser recompensado, ya sea brindando atención psicológica a pesar de ya
no formar parte del club o de alguna otra manera.
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