El fin de semana que recién acabó
se registró un nuevo acto de racismo en los estadios de fútbol, bueno, uno
detectable porque en la gran mayoría de las canchas se dan, ya sea de un
aficionado aislado o de un grupo que no tiene la fuerza para hacer que sus
acciones despectivas se escuchen.
En esta ocasión, Moussa Marega,
jugador del Porto, fue víctima. No es la primera ocasión que suceden cosas como
esta, no será la última (lamentablemente) y hay que tocar dos puntos aquí: La
solidaridad y los derechos del aficionado.
La solidaridad en el campo fue
nula para Marega. Compañeros de equipo le pedían que no se fuera de la cancha,
no tuvieron la capacidad y la empatía de ponerse en su lugar y eso genera que
uno se ponga a pensar en lo poco humanos que pueden ser los futbolistas en
ocasiones, los rivales, de igual manera, no hicieron algo por apoyar a su
compañero de profesión. Podrán muchos justificar la nulidad de sus acciones con
el miedo, miedo a perder el partido, a dejar dinero, a que puedan quedarse sin
trabajo, pero están en un equipo y mientras uno es parte de un equipo o un gremio
se debe ser solidario.
El segundo punto, y considero el
más importante, es la actitud de los aficionados al fútbol (y a los deportes en
general). Muchos dicen que ir a la tribuna sirve como desahogo, para sacar toda
la presión que se trae dentro, desestresarse y más, pero ¿Hasta dónde es válido
agredir a una persona con tal de “apoyar” a tu equipo?
Muchas veces he escuchado el
argumento “Si no es el teatro para estar callado” respecto a como son las cosas
en las tribunas, pero una cosa es alentar a los tuyos y otra violentar a los
otros. En todos los años que llevo en la cancha he escuchado de todo,
literalmente de todo, y en ocasiones he sido yo el que ha soltado palabras que
no van al caso, pero pocas afortunadamente y me arrepiento de algunas.
Cobijados en un mar de gente,
personas quieren hacerse las graciosas y generan una ola de resentimiento en
contra de gente que hace su trabajo con un uniforme diferente al que se apoya y
eso, eso parece ser un cheque en blanco para sacar todos los monstruos que
traemos dentro y hacer menos a los contrincantes.
Y esas actitudes van más allá de
lo cultural, se da en los estadios de los supuestos países de primer mundo,
futbolísticamente hablando. La homofobia, la violencia, el racismo, la
insensatez abundan en las tribunas y eso parece que nunca acabará. Pocos son
los lugares donde no suceden cosas así, donde la gente va a apreciar el
deporte, a apoyar a los suyos y a disfrutar de manera sana un espectáculo que
forma parte de su vida.
Seguro existirá gente que crea
que estas letras son exageradas, que es parte del “desmadre” y ya, pero
considero que no es así, que debe atacarse ese problema de fondo, porque
finalmente lo que sucede en la tribuna es un reflejo de la sociedad que somos y
vaya que en estos momentos en México la sociedad está más que afectada por toda
la violencia que vivimos día a día. Quizá las canchas deberían de ser un oasis
para salir de ese tema, pero no es así y la fomenta más.